Alía es una palabra que se pronuncia muy pronto y que se tarda mucho en explicar.
"Halía" reinicia su memoria cada pocas generaciones y el recuerdo no deja ver la identidad de uno de los pueblos con mas solera de Extremadura.
Territorios y gentes de contrastes. Tierras de encuentro, de fusión, y al mismo tiempo, de fractura y cambio; lejos del mundo y en medio de todos; calor, frío y sobre todo temple en el fondo y en la forma; una piña y un pueblo con los brazos abiertos; caldera interior y una sonrisa infinita en el rostro.
Los restos se esconden en una orografía compleja y diversa. Encontrar la cultura aliana se hace difícil en una naturaleza salvaje, pero que cuenta con el irresistible atractivo de la pureza de la esencia, presente en la materia y el espíritu de Alía.
Las influencias se agolpan en estas tierras: Talavera de la Reina, Toledo, Trujillo o Cáceres pujan por dejar sus mandas sobre este increíble rincón de Extremadura.
Aquí se conjugan las tradiciones de los pueblos de la Siberia con los de las Villuercas; del Castellano con el Lusitano; de andaluz de Córdoba con el serrano de Ávila; del de los Montes de Toledo y Ciudad Real a los de las Vegas de Extremadura.
Un término inmenso que se parte en grandes fincas. Naturaleza Viva, Naturaleza por Descubrir, Naturaleza para Vivir.
De los altos y duros riscos de cuarcita llenos de robles pasamos a las suaves penillanuras de pizarra con esparpados perfiles donde los ríos y arroyos cavan profundas riveras llenas de fresnos y alisos,
También disfrutamos de importantes extensiones llanas, formaciones de raña plenas de encinas y alcornoques. Si no hay arboleda serán las jaras y brezos quienes cubran el suelo con una manta siempre verde.
Es como un gran Parque Temático de la Naturaleza.
El estado semi-salvaje de la gran mayoría de las tierras de Alía, donde quedan muchos espacios no explorados por lo inaccesible o intrincado del terrerno, permite la presencia de una abundante fauna; sobre todo mamíferos; grandes y pequeños: desde el ciervo a la nutria; espectaculares aves: buitres, águilas o pequeños pajarillos.
Muchas son las fórmulas que protegen la práctica totalidad de término: Z.E.P.A. Zona de Especial Protección de Aves, Corredor Ecológico de la Biodiversidad, Patrimonio Ecológico de Extremadura, Patrimonio Geológico de Extremadura, Árboles Singulares de Extremadura y la reciente declaración de Geoparque Villuercas Ibores Jara donde alberga cinco importantes Geositios ... La historia nos ha tenido en un contínuo y sufrido trajín de idas y venidas. Los codiciados recursos de su tierra fueron objeto de fuertes dispustas. Los beneficios se repartían entre renombres que casi siempre estaban lejos de Alía.
Aún persisten influencias castellanas: sobre todo en lo religioso que todavía depende de Toledo.
Y en lo social y económico cuyo centro gravita en torno a Talavera de la Reina
Sin embargo, la identidad extremeña está fuera de toda duda. Volverse al Oeste siempre ha sido una obsesión, sabedores que las murallas naturales que envuelven el término sólo se despejan hacia el resto de Extremadura.
Alía rodea por el norte, oeste y sur a Guadalupe, controla las alturas de la Sierra de la Brama llegando hasta casi el Pozo de las Nieves.
Ocupa todas las fuentes del Ibor que van al Tajo y las de los Guadarranques que van a Guadiana.
Pasa a pocos kilómetros de Navatrasierra, donde engancha con la conocida como Sierra de Altamira o Sierra de los Puertos, (Arrebatacapas, San Vicente y Puerto Rey) verdadera muralla este de la Lusitania antigua, de Extremadura y del término de Alía.
El Sur esta marcado por el profundo foso del Río Guadiana, imposible o difícil paso según estaciones y sin puentes que lo franqueen siempre ha sido una frontera con la Siberia, los Iberos del sur de España.
Del poniente, sin embargo, solo nos divide de Cañamero la raña de Puerto Llano, que aunque puerto se franquea con pocos esfuerzos y la arbitraria linde señalada en 1338 con Guadalupe.
No nos olvidamos de los pueblos de Valdecaballeros y Castilblanco que siempre estubieron en la órbita de Alía, formando parte de una unidad natural: Los pueblos del Valle del Río Guadalupejo; desde el siglo XVI, villas independientes y desde 1833 en provincias distintas.
Las civilizaciones de todos los tiempos dejaron esparcidos restos muy dispersos en sus 600 kilómetros cuadrados.
Material de piedra tallada en la raña; pinturas rupestres en la Sierra de Altamira; castros celtas en la Palomera y en Guadalupejo; castillos en Santa Catalina y Cijara, despoblados en Almansa y el Lagar; aldeas en la Calera, Cijara y Puerto Rey y una interesante industria minera repartida por todo el término y de todos los tiempos.
Del Patrimonio Histórico destaca la arquitectura popular en los pueblos, pero sobre todo la Iglesia de Santa Catalina, el mejor exponente del Arte Mudéjar en Extremadura.
Nuestros pueblos son encantadores y originales, con un marco natural y paisajístico envidiable son muy distintos entre ellos, pero en todos te encontrarás con toda una suerte de servicios turísticos y hosteleros de calidad.
La caza es la principal dedicación de la tierra, seguida por la ganadería de ovejas, cabras y vacas. La agricultura se centra en el cultivo del olivo, que consigue los exquisitos aceites de la variedad manzanilla. Quedan pocas colmenas, a pesar de la Denominación que apoya el sector, igual pasa con la industria quesera que tiene gran proyección, amparada por otra Denominación de Origen Queso Ibores.